Medio Ambiente y Saberes de los Pueblos Originarios
Nuestro planeta se encuentra en el umbral del desastre medioambiental derivado del metabolismo social que utiliza en su reproducción, concepto entendido como la relación de intercambio de energía y materia entre las sociedades y su entorno natural.
Existe una discusión respecto de las fracturas metabólicas que desarrollamos los seres humanos sobre el medio ambiente, éste debate tiene defensores y detractores, sin embargo, dicho debate solo se encarga de reducirlo al ser humano individual y sus acciones particulares respecto del medio ambiente con el cual se relaciona, de ahí deriva el concepto de Antropoceno como una nueva era geológica impulsada por la acción humana sobre la naturaleza.
Sin embargo, los seres humanos no desarrollamos nuestras acciones guiadas por lo individual, sería demasiado egocéntrico que lo consideráramos así, cada época está definida por la forma de producción que adopta, será ella la que desarrolle la estructura social y cultural, y con ello queda definida la relación social y la relación con lo natural. El modo de producción actual es capitalista en su condición de degradación terminal como es el ultraliberalismo económico, serán las normas, reglas, límites y formas de proceder dentro de este sistema quienes definirán la cultura societaria, esto es, las relaciones internas a la sociedad y las de ésta con la naturaleza, quedando de esta forma definido el metabolismo social imperante. De acuerdo a lo anterior, la nueva era geológica en formación más apropiadamente podemos definirla como Capitaloceno.
El Capitaloceno se presenta como una era de impacto global sobre el planeta por la explotación indiscriminada de bienes naturales por medio de políticas extractivistas, colonialistas, depredadoras con preponderancia de directrices originadas en países del norte global (Europa, Norte América), que paradójicamente hoy se alzan como grandes adalides de la conservación y uso responsable del planeta, imponiendo condiciones a los países del tercer mundo o sur global, amparados en su enorme “sabiduría” luego de siglos de desastres medioambientales en sus territorios. Ejemplos de esto hay muchos, basta con preguntarnos ¿quiénes son los responsables directos del aumento de concentración en la atmósfera de los gases de efecto invernadero?, responsables del calentamiento global, o ¿por qué el sobregiro ecológico mundial se presenta cada año más temprano?.
Bajo este predicamento se nos plantean paradigmas impuestos por el norte que aparecen como verdades absolutas, imposibles de rebatir, inmutables y necesarias de asumir y cumplir con ello. Hacia fines del siglo pasado se nos proponía un sistema de producción responsable con el medio ambiente, sustentable lo llamarón, implicaba que no podíamos producir generando impactos que hipotecaran a generaciones futuras, si observan con detención dicha propuesta hace abstracción de la sociedad y el modelo económico utilizado, y centra el problema en los seres humanos, producción, consumo, cultura individual, cosa que sabemos no es precisamente real, plusvalía, acumulación y modo de producción ultra liberal suena mejor para explicarnos el problema.
Bajo este modo de producción y ante la realidad del cambio climático se nos ha impuesto hoy otro paradigma para guiar dicha forma de producción, le denominamos pomposamente descarbonización, apunta todos sus esfuerzos en transformar la matriz energética mundial hacia el uso de energías limpias, eliminar en gran medida el uso de combustibles fósiles en la generación de energía y en la producción, pero sin modificar la premisa básica de mantener intocable la forma de reproducción del modelo, el sistema de producción capitalista ultra liberal.
¿Quién lo impone?, el norte global sin dudas, ¿Quiénes deben aportar en la transformación de la matriz energética?, el sur global, por supuesto. Esto implica que nuevamente son nuestros países los que sacrifican su territorio y sociedades para satisfacer las necesidades de aquellos países desarrollados. Chile es un gran ejemplo de ello, generación de energía eólica, solar, geotérmica, hidráulica ¿para producir qué?, materias primas requeridas por el primer mundo, más concentrado de cobre, sales de litio, celulosa, madera aserrada, hidrógeno verde, o sea, reproducimos nuestro modo de desarrollo bajo dependencia de la modernidad, el colonialismo y el extractivismo, como lo hemos realizado históricamente.
Cabe preguntarse, en esta imposición del paradigma de la descarbonización ¿concurren con sus saberes los pueblos originarios de América, Asia o África?. Lamentablemente nada o muy poco, pese a que la relación de los pueblos originarios con la naturaleza en nuestro continente, Abya Yala (América) lo llamaban originalmente, es notablemente cercana. La naturaleza es parte de la cosmovisión de nuestros pueblos originarios, por ende, es parte de la vida cotidiana de sus sociedades, está en su cultura, esto implica relación y sabiduría para entender su comportamiento y las necesidades que experimenta ante diferentes situaciones y dolores que enfrenta, lo que debería hacerlos artífices de primera línea cuando pretendemos una relación integrada sociedad naturaleza. Ejemplos de lo anterior hay muchos, en Chile tenemos a las guardadoras de semillas, protectores de espacios costeros, defensores de montañas y glaciares, defensores de bosques nativos, impulsores del trafkintu (trueque), por citar algunos.
Si tenemos la intención real de disponer en el futuro de un planeta habitable y digno en lo social, debemos impulsar una integración con el medio ambiente, pero esta integración no puede ser impuesta, debe ser generada luego de un debate amplio, sin imposiciones ni sesgos de ningún tipo y buscando lo mejor para que dicha reproducción de condiciones de dignidad de vida presente altos grados de igualdad, esto implica, ampliar el abanico de quienes piensan las formas de enfrentar el futuro, como mínimo debemos considerar entonces la participación de pueblos originarios en el debate.
La transición energética impulsada por el paradigma de la descarbonización debe ser vía transiciones justas, no es posible que los pueblos pobres del sur global se lleven gran parte de la carga que implica solucionar el desastre impulsado por el norte global, mientras se mantiene sobre ellos un modo de producción extractivista, depredador verde en este caso, colonialista y moderno.
También es imperioso avanzar hacia un cambio de modo de producción, de otra forma la plusvalía desmedida, dependencia financiera del capital internacional, de tratados de libre comercio, de trasnacionales, sumado al individualismo que impulsa el modelo actual terminará por destruirnos.
Jorge Pozo Monardes
Imagen gentileza de Sostenibilidad para todos