El problema con el Liberalismo son los Liberales

El problema con el Liberalismo son los Liberales

“El liberalismo anglosajón que sentó las bases para la prosperidad y el desarrollo del capitalismo moderno en el norte del continente, en Hispanoamérica fabricó países subdesarrollados, pero élites enriquecidas y aisladas de la realidad del país que habitan”.  

 

Hoy en día, el debate constitucional vuelve a instalar en la arena el tema de la libertad, casi como una cruzada cultural propiedad de la derecha política. Pero estamos en Hispanoamérica y aquí, todas las recetas universales se vienen al carajo y se estrellan con nuestra particular realidad: el contexto.

El liberalismo es una fuerza intelectual que nació en la izquierda y contribuyó fuertemente a la caída del antiguo régimen monárquico, pero luego debió trazar los limites a su propio Leviatán, el nuevo Estado resultante que, buscó avanzar instalando derechos y con ello, se inicia el largo conflicto cultural que vemos y que se resume en:  más Estado o más Libertad (entendida como, más iniciativa privada o individual).

Este conflicto prontamente se instala en Hispanoamérica donde siempre, para estos temas Chile no fue, ni será la excepción y nos vemos afectados por los mismos dolores que el resto del continente.

La independencia de las colonias anglosajonas lleva la impronta liberal, la que luego también impregna a las antiguas colonias españolas en América. Se podría decir que América – desde Alaska hasta el Cabo de Hornos – es un experimento liberal. Sin embargo, el liberalismo en las colonias anglosajonas modeló países prósperos y con una fuerte clase media rural y urbana, en Hispanoamérica no fue así; más bien lo contrario: ¿por qué el mismo programa liberal generó condiciones tan diferentes en un mismo territorio y época? La respuesta está en las élites y en cómo estas se convirtieron en élites en uno y otro lado.

La élite anglosajona lo es por su propio mérito y esfuerzo, en contraste, la élite en Hispanoamérica nace de la mano del Estado monárquico y del pago por servicios prestados a la corona. Una vez ocurrida la independencia, estas élites vieron en el control del nuevo Estado, un medio para permanecer en lo alto de la pirámide social. De este modo, el control político del Estado subsumió al liberalismo económico y este simplemente se transformó en el contexto de negocios entre familias de la élite.

El liberalismo anglosajón aboga por las libertades civiles bajo el imperio de la ley y por una economía de mercado; el liberalismo en Hispanoamérica aboga por las libertades civiles con un fuerte tufo conservador, bajo el imperio de la ley, pero del derecho español, fuertemente elitista.
Otro factor determinante fue la religión: la América anglosajona es mayoritariamente protestante y en el protestantismo es deber de todo buen cristiano poder leer por sí mismo las santas escrituras, fuente de toda la sabiduría cristiana. Esto contribuyó a generar una población prácticamente alfabetizada en su totalidad y con ello, la educación fue una obligación social universal. En contraste, en Hispanoamérica, leer la Biblia siempre fue un privilegio de los sacerdotes católicos, lo que contribuyó a modelar una sociedad de analfabetos.

Mapa del Estado de Illinois, que muestra la cuadrícula de tierras entregadas a los colonos.

Finalmente, la otra gran diferencia fue la propiedad de la tierra que, en los países anglosajones  heredando las leyes inglesas sobre la  distribución de la tierra, que regalaban o vendieron a precio casi simbólico tierras delimitadas y saneadas, medidas, con planos y título de propiedad en mano, granjas cuyo tamaño las comisiones de tierra estimaron en 160 hectáreas por colono, concebidas para que una familia de granjeros pueda prosperar, y que hoy transforman el paisaje rural de Estados Unidos y Canadá en  una gigantesca cuadrícula de tierras ordenada y bien delimitada, base de una poderosa clase media rural y el granero del mundo, grupo social inexistente en Hispanoamérica donde las élites, se dedicaron a lo contrario: a acaparar la tierra, como base material de su posición social.

Cabe recordar que, en Chile hubo leyes que prohibieron repartir tierras a los chilenos, incluso hubo una guerra en el extremo sur (La Guerra de Chile Chico), donde los colonos, gracias a su poder de fuego pudieron defenderse de la represión militar del Estado (el poder defenderse de la opresión del Estado es un derecho consagrado en el liberalismo anglosajón). Todo esto terminó convirtiendo al liberalismo hispanoamericano y el chileno, en un asunto de clase.

De este modo, el liberalismo anglosajón que sentó las bases para la prosperidad y el desarrollo del capitalismo moderno en el norte del continente, en Hispanoamérica fabricó países subdesarrollados, pero élites enriquecidas y aisladas de la realidad del país que habitan.

Producto de lo anterior, a mediados y finales del siglo XIX surgen en Hispanoamérica los partidos de izquierdas, con una agenda que buscó corregir los vicios del liberalismo en esta parte del mundo, con la fórmula de más Estado, el Leviatán de todo liberal, pero que buscó ponerle atajos a la Tiranía de lo Privado.   De este modo, en Chile nos pasamos todo el siglo XX tratando de corregir los vicios del liberalismo en materia de educación, con políticas públicas como, la Ley N°3.654 de Educación Primaria Obligatoria se publicó el 26 de agosto de 1920, que tardó más de 20 años de discusión parlamentaria debido a la fuerte oposición de los “liberales chilenos”. En materia de tierras, la primera ley de Reforma Agraria de 1962 (Ley N° 15.020), promulgada por el gobierno de Jorge Alessandri y permitió redistribuir tierras estatales entre campesinos.

Actualmente, el debate constituyente instala nuevamente en la palestra una verdadera “cruzada cultural del liberalismo”, pero nuevamente se trata de un liberalismo en manos de élites y de oligarcas: el origen del problema en esta parte del continente.