Chile está sumido en una crisis de madurez, tal como si fuéramos un adolescente y que se manifiesta en crisis de orden social, orden político y orden económico; verdaderos candados que frenan nuestra madurez y desarrollo como nación y mucho de lo que vemos como hechos noticiosos son producto de estas tres crisis que a continuación pasamos a detallar.
La crisis social, tiene que ver con que en Chile aún prevalecen viejas formas de organización de las instituciones que datan de un tiempo que ya no existe, y que tienen que ver con un Chile más “aristocrático”, propio de la oligarquía santiaguina, y que se traduce en FF. AA., Servicio Militar, policías, el tratamiento de la Justicia, el acceso a la cárcel y hasta la composición del clero, funcionan como entidades segregadas por clase social. Estas formas de organización al inicio de la república respondían a lo que existía en el momento, pero el mismo desarrollo económico fue transformado la composición de la sociedad, incluyendo la misma élite. De este modo, las viejas formas de organizar la sociedad hoy generan crisis, como la muerte del conscripto en Putre. El desarrollo económico ha traído movilidad social y con ello, una recomposición de todos los hábitat que antes eran propios de las élites. De este modo, los barrios, colegios y clínicas se fueron mimetizando, formando un variopinto revoltijo social, al cual los une el sentido aspiracional y el lucro. Pese a estos “avances”, todavía persisten resabios del viejo orden social; un indicador de lo anterior lo tenemos en lo acontecido en Putre y en las posteriores declaraciones que hemos visto. En un país moderno, con sociedad moderna, ello simplemente sería impensable.
La crisis política, tiene que ver con la excesiva fragmentación política que se expresa en la existencia de una veintena de partidos y movimientos políticos. Actualmente existen 24 partidos políticos constituidos legalmente en Chile ante el Servicio Electoral, 3 en proceso de formación y 8 en trámite, sumando 35 colectividades a nivel nacional.
Lo anterior es un verdadero desastre político que ha movido y ampliado el espacio para el desarrollo de los extremos políticos y, en ese contexto tenemos un festival de declaraciones irresponsables porque, entre tanto caudillo sin control buscando el poder, cualquier declaración irresponsable, pero con color populista es de utilidad para ganar una mejor posición política. Esto sin duda que, en la población en general, ha devaluado el valor de la política.
La atomización política se ha traducido en un frenazo legislativo a cualquier avance modernizador porque, lo que se suele discutir, son ideas que provienen de los extremos.
La crisis económica, tiene que ver con que, la actual matriz productiva ya no es capaz de generar más crecimiento económico (Chile ya es el país que más PIB genera con una matriz productiva centrada en la explotación de RR. NN.). Para saltar al desarrollo necesitamos duplicar el actual el Producto Interno Bruto, pero; ¿cómo lo hacemos?
Aquí en materia económica cabe repensar el rol del Estado, pero, ya no se trata de replicar las viejas formulas del Estado empresario en el modelo ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones), sino, lo que hoy la economía chilena necesita es incorporar más innovación y más Investigación y Desarrollo en la economía.
El problema es que, el éxito de la innovación y la Investigación y Desarrollo en sus primeras etapas de desarrollo es incierto y muchas veces tormentoso; esta situación inhibe la participación del sector privado que es reacia a invertir en escenarios de, dudosa rentabilidad. Entonces si no lo hacen los privados: ¿quién los va a hacer?
Es aquí donde hay que repensar el rol del Estado, para que se haga cargo del desarrollo de las primeras etapas del desarrollo de innovaciones; tal cual en su momento lo hicieron países como Japón, Corea del Sur, Israel, Alemania, Francia. El problema es que, con el actual ecosistema de partidos la discusión respecto del rol del Estado en la economía transita en posiciones pendulares desde solo el Estado hasta sin el Estado, dejando aisladas las posiciones de mayor consenso.
Estos tres candados de orden social, orden político y orden económico, es lo que nos mantiene atrapados en la adolescencia de los países.