¿A Quién Favorece el TPP 11?
Por Jorge Pozo Monardes
Nuevamente se desarrolla una ofensiva político – económica con la intención de aprobar el tratado comercial denominado TPP11. La idea es que ante un mercado internacional tan amplio como el que representan los países firmantes de este tratado y las ventajas en términos de aranceles y relaciones comerciales, Chile debe hacerse socio y participar de la oportunidad, única según nos plantean, y así, dar ese paso que nos falta para convertirnos en país desarrollado, el TPP11 es una puerta para ello proclama la clase transversal que ostenta el poder en nuestro país.
¿Beneficios para quién podemos preguntarnos?
Para elaborar nuestra propia respuesta debemos disponer de algunos datos que nos permitan hacer el análisis.
Se nos asegura que para dar el salto de calidad debemos avanzar en el desarrollo económico del país diversificando y masificando su matriz exportadora, llevándola hacia productos con mayor valor agregado y este tratado es una oportunidad de hacerlo. La fabricación y exportación de manufacturas permite generar productos con conocimientos incorporados, lo que favorece el desarrollo de I+D (investigación y Desarrollo), esto implica desarrollar internamente conocimiento especializado y con ello disponer de más y mejores profesionales en el futuro, además de posicionar en un área distinta del mercado internacional a nuestra actual economía exportadora de materias primas
Antes de continuar con el análisis es necesario recordar que nuestro país mantiene vigente 26 tratados de libre comercio con 64 países, entre otros todos los países firmantes del TPP11, por lo que debiéramos esperar que las condiciones que ahora nos aseguran se concretarán vía este tratado se vienen desarrollando desde hace tiempo en base a la gran cantidad de tratados vigentes, por lo que estamos en condiciones de observar sus frutos.
Sin embargo al mirar la participación de la manufactura nacional (intensiva en conocimiento) en el total de la producción nacional y empleo, vemos que el aporte de los tratados no ha beneficiado la creación de industria nacional manufacturera, ni menos hemos aportado valor agregado a nuestras exportaciones, dado que la variación de su participación respecto del PIB es decreciente en los últimos 30 años:
En términos de producción de manufactura hemos descendido desde aportes cercanos al 20% del PIB a inicios de la década del 90, hasta valores cercanos al 10% del PIB a mediados de la década del 2010.
Mientras que su aporte al empleo a variado desde valores del orden de 19% a 11% en el mismo período analizado anteriormente.
Como país enfrentados a la necesidad de aumentar nuestro flujo exportador como herramienta de progreso, apostamos que el participar ampliamente en acuerdos comerciales con el mundo permitiría diversificar nuestra matriz exportadora transformándola desde exportadora de materias primas hacia productos con alto valor agregado, sin embargo las cifras presentadas anteriormente no reflejan lo anterior. Es más, la inversión en I+D (0,4% PIB) que debiera ser reflejo de una economía diversa y fuerte en producción de productos tecnológicos continúa siendo la más pobre de los países de la OCDE, lo que indica el desinterés de los inversionistas por progresar en tecnologías de aporte de valor agregado, lo que se ha traducido en una disminución creciente de la producción de bienes especializados.
Debemos reconocer que la matriz exportadora ha variado respecto de décadas atrás, sin embargo, solo ha progresado en aquellas áreas en que el país dispone de ventajas comparativas naturales, por lo que las exportaciones siguen estando centradas en commodities como cobre, madera, fruta y salmones y no en manufacturas con aporte de conocimiento y mano de obra especializada, podemos afirmar que la producción de manufacturas ha disminuido alrededor de un 50% respecto de la década del 90, cosa similar ocurre con su aporte al empleo.
Chile sigue amarrado al concepto de que la inversión debe ser desarrollada por privados (subsidiaridad) situación que a todas luces muestra no ser la solución al problema. Al analizar el salto de economías como Finlandia o Corea del Sur vemos que el giro hacia economías centradas en la producción de bienes con alto valor agregado se da por la intervención del Estado en el proceso, situación que nosotros impedimos al considerar como dogma la no intervención del Estado en gestión de empresas y producción de bienes favoreciendo solo el aporte de capital privado.
Luego, si el cúmulo de tratados de libre comercio que tenemos firmados no ha sido un aporte al cambio de la lógica de nuestra matriz productiva, y ellos no han permitido un avance en generación de manufactura, I+D, ni creación de empleos especializados, ¿a quien favorece este nuevo tratado?. Probablemente la respuesta sea la misma que ya hemos visto con anterioridad. Favorece a la clase transversal de poder asociada a los capitales trasnacionales que controla por siglos nuestro país, y que podrá seguir explotando en condiciones ventajosas las riquezas naturales que posee nuestro territorio y pertenecen a todo el pueblo de Chile.
Lo que es seguro es que si aceptamos el TPP11 seguiremos exportando solo materias primas a granel, manteniendo trabajos de baja especialización, bajos sueldos y jubilaciones, salud y educación de calidad asociada a capacidades de pago individuales, es decir, seguiremos reproduciendo las condiciones de desigualdad brutal que mantenemos hoy. Lamentablemente también es seguro que este tratado traerá aparejada pérdida de libertad de decisión de nuestro futuro y amarre a tribunales de competencia internacional, lo que hipoteca cualquier posibilidad futura de pensar una sociedad que favorezca al pueblo chileno en su búsqueda de mayor igualdad y dignidad.