Una Historia Sin Fin
La madrugada del 15 de noviembre del 2019 la clase política tradicional incluyendo al hoy presidente de la República en formas personal y exceptuando al Partido Comunista, inició la toma de control del escenario social desgarrado por el estallido social de octubre que estaba fuera de sus manos y amenazaba con dejarlos sin el control político – económico que ha ejercido históricamente.
El plan diseñado para ello fue firmar un compromiso político denominado “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”. Fue un acto audaz, toda vez que dicha clase política absolutamente deslegitimada ante la ciudadana, sin ninguna representación popular y acorralados en sus parcelas de poder individuales, acordaron transversalmente (como nunca) ponerse tras un proyecto que pretendía ser la respuesta a las múltiples demandas del pueblo chileno autoconvocado, asumiendo por si y ante si la categoría de representantes de él (nadie se los había pedido), y lo que es más grave cooptando la soberanía (como siempre) que recae en él, para decidir las normas y reglas societarias que rigen su relación en todo ámbito de cosas.
Han pasado cuatro años, muertes, mutilaciones, represión, violación de derechos humanos y pandemia por medio. Luego de dos intentos fallidos por darnos una nueva Constitución, hemos vuelto a octubre de 2019, los problemas son los mismos del día antes del estallido social, desigualdad, falta de oportunidad, individualismo, hacinamiento, Estado subsidiario, presidencialismo exacerbado, legislativo con dos cámaras, desigualdad de género, centralismo, sin trato con los pueblos originarios, ni mención a la diversidad, desprotección del medio ambiente, propiedad del agua y un largo etcétera.
Mucho se habla hoy de que nadie ganó en este proceso, se comentan las vueltas de carnero o los mortales atrás de un sin número de rostros de la política y economía, los errores de los constituyentes, se interpretan los resultados para legitimar la Constitución del 80, se manifiesta el cansancio del pueblo por el proceso y cada sector político saca sus propias y convenientes conclusiones del proceso para manifestarse satisfecho de lo obrado.
¿Por qué lo hacen? Simple y sencillamente porqué la clase transversal de poder de nuestro país, aquella que controla el poder político y económico y que ha gobernado para sus intereses los últimos 200 años se siente satisfecha, han ganado, lograron controlar el desborde del pueblo de octubre de 2019 y lo han hecho aparentando ir por un cambio total, sin cambiar nada.
Tal como lo hicieron sus mentores en el período constituyente de 1830 que remató con la Constitución de Portales y la noche sobre el pueblo como caballo de batalla de ella, o la de 1925 sacada de la chistera del mago Alessandri Palma, el león de Tarapacá, que definió un Estado benefactor clientelista y ungió a los partidos políticos como los únicos medios para conversar con él y ser la correa transportadora de las peticiones populares que entraban a una infinita lista de espera, solo pudiendo avanzar en la medida de que se contara con los favores de los políticos de turno, a los que se quedaba en deuda, por cierto, o la del tirano de 1980 que impuso un Estado subsidiario y dogmático a sangre y fuego, convirtiendo todo en mercaderías transables en el mercado, salud, educación, pensiones, empresas estatales, agua, minerales, concretando con ello la venta de Chile al mejor postor (que siempre son los mismos) muchos de ellos capitales extranjeros, iniciando una nueva etapa de colonialismo, esta vez, económico. Imponiendo además la moral de acuerdo a principios dogmáticos de la clase de poder, principios que se presentan rígidos para el pueblo chileno, laxos para ellos.
Con el advenimiento de la democracia en 1990 el mercado como regulador del sistema social chileno se mantuvo, era conveniente para la nueva visión de democracia “protegida” pactada por los políticos del minuto, varios de ellos golpistas del 73. Sueldos de miseria, endeudamiento fácil, bonos gubernamentales, individualismo como eje personal y colectivo son las herramientas de control popular; salvo pequeñas excepciones se han mantenido inalteradas en los últimos 33 años, para beneficio de pocos y miseria de muchos.
La historia de Chile se repite, hoy hemos vivido en carne propia la forma en que la clase transversal de poder logra hacerse del control de los minutos en que la regulación impuesta por ellos es desbordada, han ganado nuevamente, sin embargo, su triunfo es pírrico, dado que, la experiencia adquirida por el pueblo chileno en el proceso vivido debe hacernos reflexionar en que la solución es crear más y mejor tejido social, cambiar yo por nosotros, desarrollar conciencia de que juntos somos el soberano y que no hemos delegado a nadie nuestro poder, la semilla está tirada, que germine es responsabilidad nuestra.
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Jorge Pozo Monardes
Radio Nonguén
Imagen gentileza de: consejonacionaldeorganizaciones.blogspot.com